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15 de julio de 2005. Otro madrugón y tras los empalagosos saludos de Doña Mirta Daruich Plaza, dejamos el modestísimo “Portal de Viñas” para desayunar frente a la Plaza.Hacia el oeste por calle 25 de Mayo y tras 3 km. pasamos junto al “Cafayate Wine Resort”, otros 2 km. y llegamos a las “Cuevas del Sur”, allí se estaciona el auto y caminando hacia la montaña durante unos quince minutos se accede a tres cuevas con pinturas rupestres.1 km. mas adelante, junto al cordón montañoso El Cajón, se accede a Finca Las Nubes”, definitivamente una bodeguita boutique, el sueño de un mendocino devenido cafayateño, el Lic. Enólogo José Luis Mounier que hace apenas unos años inició este fantástico proyecto con una producción limitada de botellas.Aquí el trabajo en viñas porfiadamente entre rocas de altura es manual, sin máquinas, sin herbicidas ni fertilizantes inorgánicos que aseguran la calidad y naturalmente su carácter orgánico.Mounier, cuentan, responsable de los mejores torrontés de Salta en la bodega Etchart, dejó ésta para ocuparse de los vinos que la flia. Lavaque produce en Finca El Recreo en Cafayate y los de su propia producción que llevan su nombre.Degustamos un sensacional genérico de uvas tintas; malbéc (60%), Cavernet Sauvignion (20%) y Tannat (20%) que, me quedó claro, rompe el mito de que los mejores tintos son exclusividad del suelo mendocino.La pequeña producción incluye vinos jóvenes y otros de guarda que, salvo en la bodega, son muy difíciles de conseguir. Hoy se los comercializa solo en algunos “Wine Bar” y Restaurantes. Al salir me prometí un regreso no tan lejano y si es en vendimia, mejor.Desandando el camino, regresamos a Cafayate para ir en busca de La Casa del Molino, una antigua casona ubicada en tierras de los descendientes de Mitchel Torino, hoy vendidas al grupo Peñaflor, donde sus ocupantes por mas de 30 años nos mostraron el viejo sistema jesuítico utilizado para la molienda.Unos minutos más, por un sendero que obliga transitar a paso de hombre, aparece la arcada de ingreso al poblado fantasma de Chuscha, un caserío de piedras abandonado.De vuelta a Cafayate, teníamos una cita impostergable, a 200 mts. por ruta 40, visitar ese icono local que es Cerámica Cristofáni, donde Carolina, hija y nieta de ceramistas, con excelente predisposición, nos mostró los distintos pasos, desde la mezcla de las arcilla, su elaboración manual y hornos de cocción, hasta (obviamente) el producto final. Esas tinajas de más de metro y medio que han sido vendidas en el mundo entero.Casi en frente, la ex bodega La Rosa, ahora El Esteco con ingreso suspendido con motivo de la construcción de un “cinco estrellas”, el “Patios de Cafayate Hotel & Wine Spa”, que perfectamente se adivina desde la ruta. Saludando hasta pronto, por la ruta 68, a solo 6 km. de recorrido, un inusual mar de arena llamado “Los Médanos” nos regala un paisaje costanero. En el km. 19, el camino comienza a ascender y hacerse sinuoso, se están dejando Los Valles Calchaquíes, y el paisaje muta atravesando La Quebrada de Cafayate y La Quebrada de las Conchas, un conjunto de formaciones geológicas, resultado de miles de años de erosión, en las que a cado paso aparecen características particulares. Primero pilares de tierra rojiza (Los Castillos, El Submarino), estructuras blancas de yeso (El Obelisco), en el km. 31 La Yesera. 3 km. después aparece El Fraile, luego rocas de formas llamativas (El Sapo), y grandes formaciones producidas por la erosión pluvial (El Anfiteatro), dónde suelen hacerse espectáculos musicales por su acústica, hay quienes recomiendan acostarse boca hacia arriba para sentir la sensación de las montañas abrazándote. Es algo realmente magnífico, inmenso, espectacular, una joyita de la travesía. 500 m. mas adelante otra espectacularidad, La Garganta del Diablo pone el broche de oro a este singular grupo de caprichosas formaciones geológicas, seguramente el más variado y espectacular del país.Mas tarde aparecen poblados como Las Curtiembres que aloja pinturas rupestres, Alemania caserío con ruinas arqueológicas a sus alrededores, Talapampa, y otra vez la hambruna. Paramos en un bolichón sobre la ruta a comer una empanadas únicas, por su sabor y por su entorno, allí vimos un viejo cacharro extraído hace muchos años de la orilla del lecho de un río, y continuamos por La Viña, por Ampascachi y 10 km. más allá Coronel Moldes con sus viejos caseríos y su Dique Cabra Corral que abarca 11.630 ha. y se extiende por 24 km. sobre el río Guachipas alcanzando una anchura máxima de 15 km.Se llama así porque la empresa norteamericana encargada del relevamiento topográfico caratulaba sus carpetas de ese modo en lugar de “Corral de Cabras”. La presa, que tiene 93 m. de altura (El Chocón 86 m.) es una masa montañosa que la hace antisísmica.Es muy pintoresco el puente que cruza sobre el río Guachitas, hasta allí llegamos para retornar a la RN 68 y entrar al Valle de Lerma, en el que tras dejar El Carril, La Merced y Cerrillos arribamos al conurbano de Salta.Antes de la rotonda que lleva al Aeropuerto, giramos a la derecha por el camino a San Agustín y arribamos a la Hostería del mismo nombre.Con sorpresa nos enteramos de ser los conejitos de India de Elisea, éramos los primeros huéspedes de esta recién abierta Hostería San Agustín.Un baño bien caliente y a recorrer el centro histórico, Plaza 9 de Julio, Catedral, Cabildo, Iglesia de San Francisco y La Balcarce, calle que cobija la mayoría de las peñas de salta.Para cenar, los chicos eligieron el mismo restaurante que en Tucumán, La Leñita, buena comida, bien regada, ahora con un cavernet sauvignión cafayateño y otra dosis de folcklore del norte argentino.
