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Ya ni recuerdo cuándo fue que visité Mariá Ignacia de Vela por primera vez.Pienso que debe haber sido llevado por mi padre en alguna tarde en las que uno se larga a andar caminos, portando un termo de buen mate...Después, ya mozo, con mi esposa o amigos de andanzas, excursionando... A la entrada, la recepción de la prolija y coqueta Plaza bien sombreada, en la sonmolienta siesta lugareña... Caminar la pureza de sus aires que huelen a tilo, a romero, a pino y laurel. Y el cruce con algunos cordiales locales, listos para brindar amablemente ,al forastero, todo tipo de información. Y el recorrido, conociendo el edificio de la Delegación, de la grácil Capilla, del antiguo Colegio - en el presente, prácticamente en ruinas - pues ya, nos anotician, existe el nuevo, levantado en área próxima.