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Iruya es primero que nada, genial, por donde esta ubicado y por su gente. Del vamos que para llegar hasta acá tenés que hacer un viaje increible con unos paisajes recopados y pasar por una montaña que tiene unos cuatro mil metros de altura desde donde, si no te apunás, se pueden ver otros pueblitos, tambien perdidos entre los cerros. Cuando llegas no entendés nada, ¿donde está el horizonte? Claro, está todo rodeado de montañas y no lo ves...encima esta todo inclinado casi no tenés lugares planos, todo está en subida o bajada, pero te acostumbrás, es mas despues está rebueno, porque la subida que te costó un monton hacerla, despues la bajás como venís ¡a los gomazos! En el pueblo se pueden hacer la recorrida clásica, aunque mas copado es dejarse llevar por el viento y tratar de recorrer las callecitas rechiquitas, mirando las casas, con sus puertas y ventanas tambien rechiquititas, charlar con la gente del lugar, ver a los chicos jugando por las calles sin preocupaciones, y por supuesto mirar el paisaje que hay alrededor, hasta encontrar algún rincón en donde colgarte a dibujar, leer, escribir, sacar fotos, descansar o lo que sea. Pero lo mejor que se puede hacer es ir en caminatas o cabalgatas a las montañas o algún pueblo como San Isidro. Sin duda, Iruya merece mas que un día para recorrerla y conocerla de verdad. ¡No se lo pierdan!