Visita a la huella pictórica de antiguas civilizaciones en Santa Cruz
Al sur del sur, en la infinita estepa de la provincia de Santa Cruz, sobre el áspero valle del río Pinturas se estima que hay alrededor de ochenta sitios arqueológicos
El arte, dicen los estudiosos, refleja la relación entre sus saberes y actividades. Los grabados son puntos, círculos y trazos. Pero además hay huellas humanas de manos y pies, rastros de diferentes tipos de animales y siluetas de estos antepasados que dejaron su sello escrito en las piedras.
Las primeras noticias de La Cueva de las Manos, según cuenta Daniela Cerdas, la guía de sitio, llegaron en 1941 a través del cura salesiano Alberto DAgostini, un sacerdote aventurero y fotógrafo. Años posteriores determinaron que la región estuvo habitada unos diez mil años atrás por pueblos pre tehuelches y nómadas, que vivían en cañadones y seguían la vida del guanaco, que era su principal sustento. Del camélido sacaban no solo la carne para alimentarse, sino que también utilizaban sus huesos, los tendones y la sangre. Y tan relevantes eran para ellos, que los dejaron impresos en la roca.
Los arqueólogos reconocieron tres grupos estilísticos en estas cuevas donde habrían vivido diversos grupos familiares constituidos por unas veinticinco a treinta personas. Ni más ni menos, ya que para cazar era un buen número y para subsistir en tiempos de sequía no eran demasiados.
No hay certezas plenas sobre lo ocurrido acá tantísimos años atrás; lo cierto es que es un sitio de alta relevancia mundial, ya que solo hay dos más en el todo el planeta que se le asemejan: las cuevas de Altamira, en España, y las Cuevas de Chauvet, en Francia. Por eso, Cueva de las Manos fue declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco.
Los dibujos nos muestran guanacos, grupos de hombres en plena cacería, pumas tatús y ñandúes. También hay pisadas de todos estos animales, figuras geométricas, círculos concéntricos, diseños que se especula podrían ser astros -como la luna- y un hombrecito al que apodaron Gualicho, que es una suerte de chamán. Y por supuesto manos, muchas manos que se aglutinan, una al lado de la otra, una arriba y abajo de la otra, en tonos rojizos, negros y blancos sobre este impresionante paredón de piedra que balconea al río Pinturas.
"Se cree que dejar las manos era parte de un ritual de familia, aporta Daniela. La identidad con el lugar, marcar el territorio para regresar y encontrarlo".
A la Cueva del Indio se la encuentra en la remota y pequeñísima localidad de Lago Posadas, ubicada en el noroeste de Santa Cruz, y a la que se puede acceder desde el más renombrado pueblo Los Antiguos, atravesando la fantástica y escénica Ruta 41.
La cueva es un sitio de pinturas rupestres casi desconocido, aunque de fácil acceso. Es mucho más pequeño que la famosa cueva, pero no menos impresionante: acá se lucen pinturas de unos 3800 años de antigüedad. Se puede acceder libremente, y se encuentra a solo diez minutos del pueblo, aunque desde la oficina de Turismo recomiendan visitarlas con guía local, que se pueden solicitar en esa misma oficina.
Hay figuras humanas y de animales, guanacos y pumas, dibujos geométricos y huellas de patas y manos, y sobre todo muchas imágenes de los círculos concéntricos, grabadas o dibujadas con tinturas que se hacía de las raíces, que quedaron marcadas para la eternidad sobre las paredes rojizas de estos farallones que se alzan como centinelas en esta paisaje agreste de la estepa sinfín, muy cerca del preciosísimo lago Posadas, el que le da nombre a la localidad y donde se alza el Arco de Piedra, una formación rocosa que emerge del lago, y se ha convertido en el símbolo de este rincón solitario.
Entre las pinturas hay líneas y puntos que según los guías pertenecen a períodos de entre 900 y 3900 años. También hay figuras humanas y de animales, en su mayoría guanacos, y escenas de caza. Hay manos impresas en negativo, que se estamparon en la roca apoyando la mano con pintura; y círculos concéntricos y en espiral, laberínticos. Hay figuras geométricas, con guardas y líneas en zigzag.
Según la directora de Turismo, Jessica Casas, se está trabajando en un plan de manejo para preservar estas pinturas que han permanecido por años desprotegidas, y un museo para preservar el patrimonio.
Charcamata es otro sitio, también poco conocido, es el de acceso más restringido de los tres, y atesora pinturas que se remontan a unos 7000 años de antigüedad. Para llegar hay que recorrer un largo trecho en camionetas 4X4, partiendo desde la Estancia Cueva de las Manos, ex Los Toldos, seguido de un trekking por un cañadón de alrededor de una hora.
"Hay una similitud con la Cueva de las Manos en sus dibujos, sus diseños, en algunas escenas, en su arte", define el guía Claudio Figueroa. Aunque, al mismo tiempo, sostiene que acá no se ven escenas de cacerías, mientras que en la "Cueva de las Manos, si. Por acá se ven muchos diseños de guanacas preñadas. "Hubo períodos de escasez, de sequía. Y uno puede interpretar que ellos querían abundancia, por eso no se ven escenas de matanzas.
No digo que eran vegetarianos, pero en determinado período, se ve que no hay cazadores atrás. Se supone que tenían una mentalidad más avanzada de conservación, que no iban a aniquilar a sus presa". También se ven otros animales como el choike o el ñandú; y símbología como en las otras cuevas: rayas, puntos círculos -que bien podrían ser la luna- círculos concéntricos, espirales, o zigs zags. El arte era menos preciso que el de Cueva de las Manos -interpreta el guía-. Hacían los dibujos con el dedo, no usaban pinceles. En Cueva de las Manos son más perfectos, los más antiguos son más estilizados".
Nauta asegura que la cultura de esos pueblos era chamanica y que desde el chamanismo se dice que para conseguir algo que se necesita, lo mejor es pintarlo o representarlo, por ejemplo, con alguna danza. De ahí se desprende que lo que necesitaban en esta época de escasez eran guanacos, por eso los reprodujeron".