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siempre viajamos con la idea que estoy de vacaciones al momento de cerra mi oficina.O sea que salimos con paso tranquilo y a la hora 18 primera ciudad que se cruce buscamos hotel y a descansar. Asi llegamos a esta casi isla, unida al continente por una lengua de tierra y forma de isla. El museo de la ciudad sobre ballenera a remo del siglo pasado no tiene desperdicio, como tampoco lo tiene su puerto moderno de contenedores. El pueblo de ese nombre es una postal de Portugal, en cuanto a colores, callecitas empinadas y angostas. La bahía en la que se puede uno internar en el agua unos 50 metros entre peces multicolores y la panza al aire aún tambiém es una belleza. La gente no se complica su vida y menos la tuya. La seguridad con policías en cuatri o autos cada diez minutos te tranquilizan. Buen alojamiento. Para atrevidos hay sobre el mar directo y pasando unas dunas (o sea mirando hacia Africa) una Praia Brava. Surf, deportes extremos y el mar te pega en serio. Los precios para nada locos y la gente muy correcta. Tener en cuenta que se inició como playa para los habitantes de la ciudad de Joinville, capital y cuna de las hilanderías de Brasil, lo que le da un toque serio a la cosa y no son mayoría los turistas extranjeros en la zona. Vale realmente la experiencia llegar hasta ahí. Más para recomendar: preguntar por la balsa automóvil que atraviesa la bahíade Babitonga y hacer el viaje en la misma con el auto y en el puerto del otro lado hay un restaurant 5 tenedores que no se puede perder nadie por la calidad de sus platos. Durante el cruce de la bahía (15 minutos) la balsa es aompañada por delfines que saltan a los lados durante todo elrecorrido. Algo más? Vaya, sólo o en familia, pero vaya.